Entropía, empatía, utopía.

La vida puede convertirse en noche, pero la oscuridad jamas conseguira poseer nuestro temor, porque conoceremos su rostro y su perfume y el inevitable advenimiento del ocaso. El cuerpo de lo mental permanece circunscrito en la razón mientras el cuerpo emocional es un nudo de miedo amalgamado, como una hiedra en blanco y negro que se aferra a las costillas. Pero nada permanece. De la misma forma que las tinieblas existen para dar sentido a los crepúsculos, la entropía existe para dar un sentido renovado a los que alzan de nuevo sus impulsos. Las iras son raices que enraizan en los pliegues del rencor, entre tuneles absorvidos por petroleo y seres vivos. Pero nada permanece demasiado en el mismo lugar y tiempo, incluso el aparato del terror, el engranaje de la aniquilizacion y la sombra que nos persigue, mueren inexorablemente cuando la luz es proyectada al unisono, desde diferentes diferencias y en direccionadas direcciones.

Solo tiende tu mano y absorbe mi llanto, no hables ni juzges, solo vistete con mi piel y permitete experimentarlo. Dejemos que nuestra esencia fluya mutuamente en las miradas, compartamos las rabias y los extasis, el humor y el desaliento. Sumerjamonos en la empatía, pero no enraicemos demasiado. El apego crece su poder envuelto en los extremos y el apego no es mas que una carcel con barrotes de oro, pero una carcel mas al fin y al cabo.

Esta experiencia es un aprendizaje con el que volver a ser conscientes de nosotros mismos, porque tu eres yo, y yo soy tu. Un viaje interior y exterior para saber lo que es sentir la existencia desde otros ojos, saber que es lo que no queremos para nosotros, y lo que no queremos para el mundo.

La naturaleza es sabia en todo esto. Permanece imparcial y rotunda, justa y atroz, entregada y desapegada, como un solo ser sintiente que se experimenta a si mismo a traves de todos sus fragmentos. Consciente de que tanto el dolor como el placer tienen una razon de ser en la existencia.

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