Pónmelo difícil. No me lo pongas en bandeja, pero tampoco me lo pongas imposible. Lo justo, a su medida. Hazlo llamativo. Pónmelo de tal forma que quiera ir a por ello a cada minuto, a cada segundo. Hasta conseguirlo. Sabes cómo soy, si me propongo algo, voy a por ello.
Y me propongo encontrarte en cada mirada, en cada sonrisa, en cada roce de manos, en cada canción. Encontrarte y que me encuentres tú a mí. Que sea algo mutuo.
Me propongo que te guste, que sonrías con cada gesto, con cada palabra. Tu sonrisa será el motivo de mi día a día. Y el motor del mundo. Porque si no sonríes, el mundo no gira, mi mundo no gira. Se paraliza, se produce un eclipse de la nada, ni sol ni luna. Y yo quiero verlo todo, contigo. Que ya me encargo yo de enseñarte mil lunas, de esas que se quedan grabadas en las retinas, para que yo pueda verlas...pero reflejadas en tus ojos.
Y junto con las lunas, me propongo buscar una estrella, la más bonita y la más brillante de todas. Y ponerle tu nombre, tu número, tu felicidad. Y esa estrella será eterna. La miraré, y te miraré a ti. Seré feliz. Y a ti... a ti te propongo una caricia en luna llena. Te propongo llegar a donde el sol se esconde, para arroparte con estrellas entre la luna y el mar.
Me propongo despertarme cada día y sonreír porque tú estés a mi lado física o mentalmente. Y también te propongo que tú lo hagas, que pienses en mi nombre, y tu cara esboce una pequeña sonrisa tonta. Yo me encargaré de ser el albañil que día a día vaya construyendo esa sonrisa.
Me propongo que tú seas tú, yo sea yo, y tú y yo sumemos uno, para romper con las normas matemáticas de que uno más uno es igual a dos.
Me propongo quererte. Y que me quieras.
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